El fallecimiento de Amanda Bloom, influencer británica de 65 años dedicada al mundo de las manualidades, ha generado conmoción y debate en Reino Unido y otros países europeos. Bloom —cuyo nombre real era Amanda Machin— decidió someterse al suicidio asistido en las instalaciones de la organización Pegasos, en Suiza.
Lo llamativo del caso es que Bloom no padecía una enfermedad terminal, sino que tomó la decisión impulsada por el dolor de la pérdida de su hija Jenny, fallecida en 2017 a los 19 años a causa de un tumor cerebral. En su último mensaje, transmitido en vivo a sus seguidores, expresó: “Cuando vean esto, ya estaré con mi Jenny”.
Pese a que en años anteriores había intentado canalizar su duelo con la creación de la beca Yarndale Start Up —un proyecto en memoria de Jenny para apoyar a jóvenes artesanos—, la situación personal de Bloom se deterioró en los últimos tiempos debido al acoso recibido en redes sociales. La influencer denunció haber sido víctima de comentarios hostiles y rumores maliciosos, lo que la llevó a cerrar temporalmente su negocio, Craft Room.
Días después, anunció públicamente su decisión de acudir a Pegasos, donde manifestó: “Ella era lo único maravilloso en mi vida y sin ella es simplemente demasiado difícil”.
El caso de Bloom se suma a otros polémicos suicidios asistidos facilitados por esta organización suiza, que ofrece el procedimiento también a personas en crisis emocionales. Aunque el suicidio asistido es ilegal en Reino Unido, en Suiza la práctica es legal, lo que ha desatado cuestionamientos sobre la falta de evaluaciones exhaustivas en pacientes sin patologías físicas graves.
Entre los antecedentes recientes figuran los de Maureen Slough, de 58 años, quien acudió a Pegasos tras la muerte de sus hermanas el profesor londinense Alistair Hamilton, de 47 y Anne Canning, de 51, todos sin enfermedades terminales y cuyos familiares se enteraron solo después de sus muertes.
La historia de Amanda Bloom no solo expone las dificultades del duelo y el impacto del acoso digital, sino que también reabre un debate global sobre los límites éticos y legales del suicidio asistido en contextos de sufrimiento emocional.