Niemöller en Dachau: del apoyo a Hitler al arrepentimiento frente al horror nazi

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Niemöller en Dachau: del apoyo a Hitler al arrepentimiento frente al horror nazi
Niemöller en Dachau: del apoyo a Hitler al arrepentimiento frente al horror nazi

El pastor luterano Martin Niemöller, preso en el campo de concentración de Dachau durante siete años, es hoy símbolo de la culpa asumida por la iglesia ante el nazismo. Visitado como lugar de memoria, Dachau conserva la celda donde fue encerrado, en un recorrido que invita a reflexionar sobre la complicidad, el silencio y la justicia.

Más de 40.000 personas fueron asesinadas en Dachau, el primer campo de concentración nazi, levantado en 1933 cerca de Múnich. Aunque no fue concebido como un campo de exterminio, en sus instalaciones se ejecutaron horrores sistemáticos que marcaron la historia. Entre sus 200.000 prisioneros estuvo el pastor protestante Martin Niemöller, cuya vida es un retrato complejo de convicción, arrepentimiento y redención.

Niemöller, como muchos pastores luteranos de su época, votó por Hitler en las elecciones de 1924, 1928 y 1933, confiando en que el régimen traería orden moral a la Alemania de Weimar. Su nacionalismo conservador y oposición al comunismo lo acercaron inicialmente al ideario nazi. Sin embargo, su postura cambió drásticamente cuando el régimen comenzó a aplicar el Párrafo Ario, que discriminaba incluso a los cristianos de origen judío. Fue entonces cuando fundó junto a Bonhoeffer y Barth la Iglesia Confesante, resistencia eclesiástica frente al nazismo.

Por sus discursos y escritos críticos, Niemöller fue arrestado en 1937 y trasladado a Dachau, tras pasar por Sachsenhausen. Permaneció en una celda aislada del “Búnker” hasta abril de 1945. Su celda, aún conservada, es uno de los espacios más visitados del campo, testigo silencioso del proceso interno de un hombre que pasó de defensor del régimen a voz de arrepentimiento y denuncia.

Dachau fue modelo del sistema de campos nazi, donde convivieron presos políticos, judíos, homosexuales, gitanos, católicos, y Testigos de Jehová, cada uno identificado por un triángulo de distinto color. Los comandantes de otros campos, como Auschwitz, se formaron allí, bajo el adoctrinamiento de las SS. A pesar de un inicio menos violento, el campo se convirtió en símbolo del terror organizado del Tercer Reich.

El caso de Niemöller ejemplifica la ambigüedad moral de muchos alemanes de su tiempo. Autor del famoso poema “Primero vinieron por los comunistas…”, su legado invita a la reflexión sobre la responsabilidad de las iglesias ante el totalitarismo. Tras la guerra, se convirtió en pacifista, denunció el rearme nuclear y fue presidente del Consejo Mundial de Iglesias. Su evolución personal culminó en la Declaración de Culpa de Stuttgart, en la que reconoció la complicidad de la iglesia protestante con el nazismo.

Hoy, el campo de Dachau acoge un memorial y una capilla protestante erigida en 1967. Niemöller fue el primer predicador en ese lugar sobrio, sin símbolos, llamado Iglesia de la Expiación. Allí, sus sermones fueron publicados en Estados Unidos bajo el título “Dios es mi Führer”, con prólogo de Thomas Mann.

El recorrido por Dachau, aún hoy, despierta preguntas inquietantes. ¿Cómo pudieron tantos cristianos apoyar al nazismo solo por compartir valores “morales”? ¿Qué cegó a líderes religiosos frente a las atrocidades? La historia de Niemöller no busca condenar desde la superioridad, sino advertir sobre los peligros de la idolatría política, el nacionalismo extremo y el silencio ante la injusticia.

Como reza el salmo inscrito en el monumento conmemorativo del campo: “No se olvida del clamor de los afligidos”. Y ante ese recuerdo, solo cabe orar: “¡Ten misericordia de mí, Señor!”.

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